lunes, 28 de abril de 2008

Diario: Día 3

Lo artesanal no funcionó en principio, lo tecnológico tampoco, pero rendirse nunca. Por esto, decidí resaltar los momentos en que la memoria flaqueaba (todos) y así lograr detectar cuándo y por qué comía en exceso. Compré un resaltador amarillo (si como los Post-it) el del pelicano y contenta comencé a anotar primero y a resaltar después en un viejo cuaderno los estados y escenarios en que caía en las garras de la gula y la lista fue muy larga, larguísima. Semejante trabajo solo valía la pena si pensaba que de esta manera la memoria se restablecería prontamente y así abandonar algunos de los kilos que me acompañan hace años.
Todo marchó de maravillas, escribí la lista, interminable, con una lapicera negra y comencé a resaltar los más importantes. El resaltador funcionó hasta el ítem número diez donde comenzó a fallar, la lucha fue sin cuartel, para resaltar algo debía pasarlo y repasarlo por lo escrito unas treinta veces, luego comencé a alentarlo (no al estilo: dale resaltador, dale), es decir, a darle aliento acercándolo a mi boca, así en cada una de las situaciones. Esto provocó que se generaran pequeños agujeros en las hojas que impidieron que leyera lo escrito en ambos lados de la página y cuando no se convirtieron en ilegibles manchones de tinta negra inmersos en un charco color amarillo. Otra importante conclusión he sacado, no sólo falla mi memoria sino también el color amarillo.
No me desesperé, decidí cambiar el método en vez de resaltar remarqué con una regla y una birome color rojo. La cosa se hizo más sencilla. Me copé y entre lo resaltado y lo remarcado las hojas eran un muestrario de colores algo así como un viejo taxi conducido por un taxista pelirrojo. El tema fue cómo priorizar o qué cosas elegir primero en esa innumerable lista.
El inventario estaba compuesto de situaciones estresantes o aburridas, apuros y tiempos de sobra, frío y calor, fines de semana y días de semana, comidas afuera y en casa, sola y acompañada, etc. Se pueden imaginar, cómo sacar de ese listado manchado y sangrante un orden, algo por donde atacar y comenzar a resolver.
No lo resolví ese día, pero esa noche me acosté muy preocupada y antes de darme cuenta (la memoria sigue fallando) estaba comiendo un poco de helado y una barrita de chocolate, eso sí mientras pensaba por dónde retomar al día siguiente mi batalla contra la desmemoria. Porque rendirse NUNCA!!!

martes, 22 de abril de 2008

Diario: Día 2

Anoche, luego de juntar los Post-it que se habían terminado de caer por toda la casa y de despegar los adheridos al piso y quitar el pegamento de el, me propuse intentar una nueva maniobra y ganarle a la desmemoria. No se me ocurría nada que pudiera funcionar, nada artesanal, así que decidí confiar en la tecnología. Si lo manual (ojo con las interpretaciones) no funcionaba había que probar con las innovaciones del S. XX: las notebook. Ella no me podía fallar, ella no. La llevo conmigo a todos lados, permite que me conecte con todos en cualquier momento, lleva toda mi agenda, prácticamente mi vida está en ella.
Esta compu es nueva, recién nos estamos conociendo, tiene apenas un par de semanas y es por ello que aún no tiene nombre, pero va a necesitar uno con carácter porque no he logrado manejarla.
Volviendo al tema que nos convoca, decidí confiar en la computadora también mi memoria junto al resto de la información. Programé la agenda para que cada media hora me avisara que no debo comer. El cartel decía: OJO HOY DIETA. VERANO ´09 BIKINI.
No hubo inconvenientes, mientras me voy a duchar la máquina se va prendiendo y conectando a Internet de forma tal que para cuando terminé y miré la pantalla el cartel gritaba en rojo y en negritas “OJO HOY DIETA. VERANO ´09 BIKINI”. Funcionó, al fin lograba armarme de una memoria, aunque fuera externa, pero funcionaba. Para el medio día había logrado mantenerme alejada de todo aquello que no quería ingerir. Pero no contaba con un problema central en estas computadoras: se comen la batería, sí es literal, se las fagocitan en dos horas, mi eterno problema, si no me lo como yo se lo comen ellas. Aún no he logrado que nadie me diga como conseguir más autonomía sin cargarme de varias baterías de repuesto y caminar como si llevara una notebook liviana y seis kilos en baterías. Lo que me lleva a preguntar: ¿se pueden hacer notebook más pesadas pero con más autonomía?
La voy a hacer corta, para el medio día no había logrado recargar las baterías en ningún lugar porque había tenido que estar toda la mañana fuera de la oficina y la computadora había estado prendida todo el tiempo, es decir, la memoria (mi soporte externo) cumplió su misión, pero se comió la batería y sin ella, me almorcé el desayuno, la media mañana y la media tarde todo junto.
La memoria me jugó nuevamente una mala pasada, aunque en este caso fue también la de la computadora.

domingo, 20 de abril de 2008

Diario casi íntimo de cómo intenté recuperar la memoria que selectivamente había perdido

Día 1:

Como ya les conté voy a buscar la manera de recuperar la memoria, esta nueva tarea va a ser registrada día por día hasta que logre vencerla o me olvide de su existencia, mejor dicho, ausencia.

Así es como hoy decidí comenzar y nada mejor que pegando por toda la casa cartelitos que me adviertan cada vez que voy a comer algo que estoy tratando de comenzar una dieta. Así es que luego de comprar unos Post-it, en el súper anoche y algunas cosas para despedirme de mi vida insana, empecé a escribir los recordatorios de esta manera no comenzaba la mañana atacando la heladera. Algunos escritos no tenían nada novedoso: no comás; pensá y cerrá la boca; andá a caminar; aburrimiento = aumento (ah de ahí la inflación pero ese es otro tema y los distintos gobiernos deberían tenerlo en cuenta a la hora de las mediciones); etc. Otros fueron un poco menos sensibles, del estilo: ¡Ojo Cormillot te esta mirando!; así nunca te parecerás a Angelina; sacá la mano del tarro, carajo, mierda!; Recuerda, la carne es débil ... no la ataques. P.D: “SÓLO POR HOY”

El tema es que estos Post It son practiquísimos siempre y cuando se mantengan donde uno los ha dejado, cosa que no ocurrió. Esos papelitos de colores, aunque generalmente sólo se consiguen los amarillos, los venden como imbatibles, a prueba de todo, nunca se caen, son eternos, perennes. Pero no, saben que no, hoy lo descubrí. Parece que no sirven para adherirse ni a paredes, menos que menos a las puertas de las heladeras, ni a la mesada, ni a ninguno de los lugares donde los pegué. Al igual que los parques y paseos en el otoño llenos de hojas que se han desprendido de sus árboles, así amaneció mi casa, eso si de romántico nada. Estaban tirados por el suelo, caídos al descuido por todos lados y lo peor es cuando los pisás, ahí si no los despegás ni con una espátula. Ahora sí: son perpetuos, sobre todo a las 6:30 a.m. cuando estás preparándote un pantagruélico desayuno porque nunca recordaste que comenzabas la dieta porque, los papelitos (jajaja perennes) se han caído y por ende nunca recordaste que comenzabas la dieta hasta que te mandaste la mitad de ese desayuno tipo americano y ya el humor es de perros, los papelitos no se te despegan del taco y debés irte si o si.
Hermoso, otro día sin memoria. Pero no desisto algo se me ocurrirá para mañana.

miércoles, 16 de abril de 2008

La falta de memoria

Los años pasan y los kilos quedan, que deprimente!!! Pero decidí encarar el tema de los kilos desde otro costado e hice un estudio exhaustivo de qué es lo que verdaderamente ocurre o por qué fallé con las dietas. Acá hay un resumen de las conclusiones a las que arribé y de las distintas formas de hacer frente al problema. Eso sí el tema de los años no lo puedo resolver y el cuerpo se encarga permanentemente de recordarme que ellos han llegado y se han instalado, casi en paralelo a los kilos.
Siempre digo hoy va a ser diferente, hoy comienzo la dieta y va a durar más que el camino de la cama a la heladera, pero no hay caso. Llego al susodicho electrodoméstico y se me olvida el propósito del día. No sé qué ocurre, mi casa no es tan grande, la cocina menos que menos, nada de esas cocinas de películas con una isla en el centro donde desayunar en esos altos e incómodos taburetes y llena de electrodomésticos, dos hornos, más el eléctrico y el microondas todo en colorado, el de moda. Tampoco tardo mucho, me levanto, me ducho y me cambio y ya está a desayunar. Pero algo ocurre o el trayecto es más largo que en el normal de los hogares o tardo más de lo habitual o y acá entramos en tema y llego a una primera conclusión. ¿Los kilos no serán un problema de falta de memoria? ¿No habré tenido poco entrenamiento en técnicas de memorización?
La verdad es que habría que pensarlo seriamente, si ante un sándwich o una porción de torta o lo que es diferente cuando paso delante de un kiosco se me olvida que estaba a dieta quizás debiera ir a un profesional y plantearle, ¿pero qué? No me imagino planteándole al neurólogo:


-Hola, vine a consultarle porque no puedo hacer una dieta. ¿No piensa usted que es por mi falta de memoria? ¿Se puede estudiar? ¿Me puede hacer algún análisis, electroencefalograma o algo similar?



Ja, se reiría hasta fin de año y se lo contaría a todos sus colegas y otros seres: “vino una gorda a tratarse por falta de memoria y lo mejor de todo es que le echa la culpa a ella por no poder hacer una dieta”. No gracias ya he sido humillada más de una vez y no me sometería a algo así nuevamente. Por lo menos no sabiéndolo de ante mano.
Otra opción es ir a algún/a brujo/a y pedirle que me de algo para la memoria. Pero tendría que explicarle que mi falta de memoria está circunscripta a la dieta, es decir, a dejar de comer lo que no corresponde, cuando no corresponde. Seguramente me dirá que rece alguna cosa (primer obstáculo soy atea y no sé rezar), que compre algún pedazo de carne para un gualicho o algún otro alimento o yuyo. Ahí posiblemente radique la fragilidad de estos embrujos y falle el trabajito pues tendré que recordar que lo que compre es para un gualicho con el fin de recuperar la memoria, pero seguramente a esa altura ya me habré olvidado y me habré comido… mi memoria, nuevamente.
Alternativas existen, pero son difíciles, ir a un psicólogo complica aún más la cuestión. Comenzar por mamá y papá, ¿te amamantaron? (No, pero no me salteé ni una comida) ¿Sos la del medio? (No, la mayor. La del medio es delgada.) Y pensar que sólo buscaba plantear el tema de la falta de memoria y los kilos de más, pero parece que para que estas personas entren en clima, es decir, para que podamos trabajar la problemática hay que adentrarse en la infancia, en los deseos, etc. Y ahora me pregunto ¿no será acaso que ellos también tienen poca memoria y como no recuerdan cuál era mi problema me hacen hablar todo lo ocurrido desde la infancia para darles tiempo de recordar cuál era el tema? Una vez más lo recuerdo: engordo porque no tengo memoria o al menos no la suficiente para el área comida.
A vos te pregunto ahora ¿pensás que la falta de memoria es mi problema y quizás también el tuyo? ¿Hay alguna forma de evitar caer en esa desmemoria cada vez que me cruzo con algo rico?
Creative Commons License
Mujeres en construcción by Mujeres en construcción is licensed under a Creative Commons Atribución 2.5 Argentina License.