viernes, 16 de mayo de 2008

Aterrizando en Aerolíneas Argentinas

Llegué al aeropuerto casi en horario. El vuelo salió casi en horario. Las dos cosas son un milagro. Pero el último “casi” una vez sorteado te lleva a pensar ya pasó lo peor. ERROR!!!!!!
Subí al avión y había un olor muy feo, tipo baño de boliche un sábado en la madrugada, pero en general al cabo de unos minutos la nariz se insensibiliza. No. En este caso nunca ocurrió. Ese aroma trasmutó hacia peor a cada rato.
Luego de un maravilloso snack donde bebí agua sin gas porque todo tenía el mismo sabor que el olor, nos acercamos a la ciudad de destino. Cuando comenzamos a descender el avión comenzó a moverse como si fuera un barrilete en un huracán o la vaca de la película Twister, no exagero, estuve a punto de dejar el agua en el pelo de la mujer sentada adelante. Bueno, no es tan grave créanme, ya lo he hecho antes y no con agua.
Cuando intentó aterrizar en el aeropuerto de Trelew comenzó a hacer unos ruidos muy raros, como si acelerara pero a lo segundos se quedaba sin fuerzas, así en repetidas ocasiones. Hasta que por fin tomó coraje y aterrizó. El silencio en el avión era más aterrador que los ruidos que hacía, lo blanco de nuestras caras contrarrestaba con el de las nubes. Me agarré a la butaca de adelante (la de la mujer que se había salvado unos segundos antes, pero no tuvo tanta suerte esta vez le tiré del pelo). Aterrizamos bien, eso sí casi en Puerto Madryn (unos 70km antes), es decir en la punta más extrema del aeropuerto.
Al descender, el único comentario en todos los idiomas fue: no sabemos de qué pero nos salvamos, pobres de los que siguieron viaje.
Una vez descendida fui hasta el cuarto de la cinta que reparte el equipaje, el mío salió de los primeros (nunca antes en la vida me había ocurrido), lo tomé y me fui. Nadie me pidió el comprobante de la valija. Quienes me recibieron estaban preocupados pues en la pista de aterrizaje se habían detenido ambulancias, policías y dos camiones de bomberos. Nunca les dijeron que pasó pero estaban asustadísimos. Lo bueno es que lo que se instala la desinformación como forma de funcionamiento, estuviste a punto de morir pero como ese punto nunca se concretó para que enterarte. Igual el susto de ellos no es nada comparado con lo que sentíamos los que estábamos arriba y bajando....
Cuando estoy llegando a destino, unas cuatro cuadras antes recibo un llamado al celular:
-Hola, Ana.
-Si, quién habla?
-Te llamo de Aerolíneas Argentinas quisiera saber si usted tiene su equipaje con usted?
-Si, lo llevo en el maletero.
-A porque acá hay uno con su nombre y hay un pasajero reclamando el suyo.
Bueno, les dije que yo era "casi" perfecta. No puedo serlo las 24hs, es agotador.
He recuperado mi equipaje y el señor el suyo (realmente no me preocupaba porque nunca supe que me llevaba otro).
Moraleja: mi equipaje nunca es de los primeros y viajar en Aerolíneas Argentinas genera tanta adrenalina que debiera estar prohibido para los enfermos cardíacos.

lunes, 12 de mayo de 2008

Fin de mes II

Los fines de mes deparan grandes sorpresas, no todas ocurren juntas, aunque nunca vienen de a una. Que iluso, se rompe el lavarropas, el técnico dice que no vale la pena arreglarlo que va a costar como uno nuevo, eso si te cobra los $50 de la visita. Entonces ves por Internet las promociones para los lavarropas y pensás: “bueno, hago un esfuerzo y por un par de meses lavo a mano y en casa de mis padres los fines de semana, en el mientras tanto junto unos pesos y lo compro”.
Así comienza la gran mentira, nunca te acordás de llevar y lavar la ropa interior mientras te duchás, las bombachas son tan transparentes que no tardan nada en secarse, aunque no ocurre lo mismo con los corpiños. Las remeras se acumulan y el saca mancha se aferra a ellas como una mancha más esperando el fin de semana. El segundo domingo pensás mejor voy el miércoles a lo de mis padres, creo que la ropa me alcanza, siempre hay algo que dejé de usar que me puede servir, aunque una vez puesto te des cuenta de lo viejo y chico que te queda.
El miércoles es día de promoción de cine, llegás a la conclusión que por doce meses no vas a comprar nada superfluo, sí nada que no sean alimentos y de la canasta básica, así que tampoco lavás la ropa.
Más vale lavarropas en mano que mano lavando la ropa.

sábado, 10 de mayo de 2008

Ceniciento

Lavás el auto, llueve. Nada nuevo u original, a todos nos pasa. Lo que sí no esperás mientras estás unos días de viaje en el sur es que luego de lavar el auto caigan cenizas, sí CENIZAS. Los reto a que superen mis desventuras. El volcán Chaitén entró en erupción luego de miles de años, cuándo: el día que mando a lavar el auto. ¿No podía esperar unos miles de años más?
Además junto con las cenizas aparecieron toda una serie de manchas, granitos, marcas, etc, en la piel debido a las alergias, pero bueno a no preocuparse porque por la ceniza no podés salir, menos a pasear y así que en el mientras tanto te recuperás de tus eruptivas provocadas por la erupción.

viernes, 9 de mayo de 2008

Días 4 y 5

Luego de analizar exhaustivamente la lista de las situaciones que complican mi dieta me dí cuenta que definitivamente el problema es uno: mi memoria falla. Ayer le contaba esto a mi amiga Gabriela y me decía que debía pensarlo mejor que mi memoria quizás no fallara selectivamente si no restrictivamente, ¿qué quiso decir con esto? Quizás que restringe la falla al tema de la dieta. No lo sé, debo pensarlo y volver a hablar con ella. Por ahora me conformo con lo de selectivo ya que ha seleccionado sola y autónomamente, la memoria, en qué áreas no funcionar y esta selección no se limitó únicamente a la parte de alimentos como ya les contaré.
Es por esto que resolví pedir ayuda a las personas que me rodean. A fin de cuentas ¿no creo yo en el hombre? (genéricamente hablando). Así es como hablé con unas amigas y les solicité sus servicios, obvios gratuitos, de llamadoras oficiales. No podía ser cualquier persona, tendría que ser alguien que supiera de mis avatares y pesares (y no sólo los de la balanza) y que fundamentalmente nunca fuera a echarme en cara el servicio prestado o los motivos de tales servicios. Menos que menos que fueran capaces de burlarse de semejante teoría (“la dieta falla porque lo hace la memoria“). Estas características dejaban fuera de juego a gente tal como madre, aunque no únicamente. Madre es buenísima, pero:
a) se iba a prender al teléfono cada cinco segundos, lo cual iba a llevar a una posterior discusión;
b) en la primera de cambio me iba a recordar todos los sacrificios que había hecho por mí, entre ellos estos llamados telefónicos;
c) y, por último, no permitiría que metiera la cuchara (vaya imagen) en mi vida con mi consentimiento, bastante cuesta mantenerla alejada como para meter la cabeza voluntariamente.
Otro que quedaba fuera era mi hermano, cuando hablamos por teléfono me saluda al grito de: -Hola, lechón, ¿cómo andás? Ni loca iba permitir que su maliciosa boca y su tendencia a burlarse de mis pedidos se repitieran cada media hora.
Hablé con dos amigas que también necesitan bajar unos kilos y pensé que esto iba a servirnos a las tres. Funcionarían como una especie de memoria soporte, como la notebook (aún sin nombre) pero con la diferencia que no me iba a tener que preocupar por sus baterías, pues muy bien las recargan sin mi ayuda.
En principio se engancharon bárbaro, el primer día llamaban a cada hora, esto nos permitió controlarnos mutuamente. Pero para principios del segundo día los llamados comenzaron a retrasarse, cuando no era una era la otra. Y en vez de llamar cada hora, a intervalos de media hora cada una, continuaron llamando cada hora, cada dos, cada dos horas y media, lo que hizo que de a poco los llamados se superpusieran y me llamaran simultáneamente y termináramos hablando entre las tres. Por que además de la compu y su tendencia a fagocitarse las baterías hay que preocuparse por la del celular y la del teléfono inalámbrico que también parecen estar hambrientos.
Sin embargo, estoy convencida que si la memoria me falla a mí y no me permite adelgazar también la falla a mis amigas y quizás por eso ni me pueden ayudar ni perder esos kilos. Quizás ellas también se hayan comido su memoria y el back up.
Pero esto no me amilana en lo absoluto, seguiré buscándole una salida, mientras el amilanamiento me recuerda que tengo una milanesa napolitana en el horno y que me gusta bien tiernita.

martes, 6 de mayo de 2008

Fin de mes

Llegar a fin de mes es una suerte o una desgracia, depende cómo se mire. Si además gastaste tus ahorros (después de años de tratar de juntar unos mangos) en pintar medianamente bien el departamento que desde que te mudaste, ocho años atrás, nunca le habías hecho nada. Llega la factura del teléfono con la cuota actualizada de la banda ancha que hacía tres meses te cobraban desactualizadamente aunque no sabías que debía actualizarse (eufemismo de aumento de tarifa). Ves el importe y te querés morir pero pensás bueno este mes no voy al cine, no consumo café, menos barras de cereal y limito mis gastos a los alimentos. Pero te acordás no puedo comprar esa bombacha que necesito las viejas no tienen elástico y son casi transparentes.
En fin, hay que decidir Internet o bombachas, esa es la cuestión.

viernes, 2 de mayo de 2008

El choque

No sé como me movilizaba antes de aprender a conducir, lo que es seguro es que corría menos riesgos que ahora detrás de un volante. De mi familia soy la única que no ha tenido auto, pero siempre he manejado alguno. Las ventajas de no tener uno son “totales”: no invierto en un auto que pronto perderá su valor, no pago los seguros, no me preocupo por su mantenimiento. Lo único que debo fijarme es que tenga nafta, de vez en cuando le revisaban agua, aceite (no sé dónde va cada uno) y los neumáticos.
Sin embargo hay un problema, en realidad es de los dueños de los autos, poseo una especie de imán que atrae a todo aquel camión que no pueda frenar, o auto que no sepa para dónde doblar o cómo estacionar, al igual que los troncos y los contenedores de basura que vuelan por la ciudad en medio de una tormenta de viento y lluvia, y la atracción es hacia el auto que conduzco, no falla.
Esta especial inclinación de los otros vehículos hacia los que yo conduzco, me persigue a donde vaya, en mi ciudad o en otra, en el extranjero, hasta en un estacionamiento, nunca me libro de esa “atracción fatal“. Lo último ocurrió este fin de semana rumbo a un recital. Tenía mucha ilusión con esa salida. Pero el imán… Esta vuelta atrapé un auto manejado por un hombre de 30 años, que cree que está solo en la calle, que desconocía la existencia de los espejitos que hay en los costados externos de los autos. Estaba detenida por el semáforo detrás de otros autos y el decidió que era un buen momento para estacionar, y así lo hizo. Puso marcha atrás y con el volante comenzó su rápida maniobra hacia la izquierda hasta que escuchó un ruido y el auto se le trabó. Si, obviamente el ruido y el obstáculo era el auto que me habían prestado esa noche o mejor dicho la puerta izquierda trasera que se interpuso entre su intención de estacionar y las verdaderas posibilidades de hacerlo. Enojada como un toro (antes de que lo hayan debilitado) frente al torero bajé del auto y le pregunté, en realidad le grité, era obvia la respuesta así que la pregunta era retórica:
Yo: Idiota, ¿no viste el auto?
Idiota: No, esperá que estaciono.
Yo: Ya lo intentaste y me llevaste puesta. (No me había visto, nada que aclarar, CULPABLE!)
Idiota: Igual corré el auto así lo detengo mejor.
Alterada por sus respuestas y porque me había estropeado la noche del sábado además de un auto ajeno, estacioné más adelante, el logró hacerlo sin chocar, era su segundo intento, no le resultaba fácil. Fui a buscarlo.
Yo: Dame los datos y los papeles.
Desde adentro del auto, el muy cobarde, respondió:
Idiota: Esperá, llamé a la policía, ya viene.
Me sorprendió, por un choque llamar a la policía, apareció y tomó nuestros datos. Más que volando fui a retirarla con el auto de la puerta abollada, no me quieren prestar otro (en algún momento contaré como convertir un auto en descapotable, aunque a mi hermano, el dueño del auto, no le hizo mucha gracia el comentario).
En la comisaría me entero que el idiota que me chocó no había presentado ni el registro de conductor ni el seguro del auto. Lo peor es que la policía no le retuvo el auto por falta de grúa (si tercer mundo). Aún hay más, la cara del dueño del auto cuando le conté que esta vuelta me había superado y había imantado a uno sin seguro, no puedo describírselas pero imagínense a alguien cuya nariz haya quedado detrás de los ojos, sí, estos se le habían desorbitado totalmente.
Esta semana he entendido que finalmente voy a tener que comprarme mi propio vehículo, pero no se hagan ilusiones, no lo voy a prestar por las dudas.
Creative Commons License
Mujeres en construcción by Mujeres en construcción is licensed under a Creative Commons Atribución 2.5 Argentina License.