viernes, 2 de mayo de 2008

El choque

No sé como me movilizaba antes de aprender a conducir, lo que es seguro es que corría menos riesgos que ahora detrás de un volante. De mi familia soy la única que no ha tenido auto, pero siempre he manejado alguno. Las ventajas de no tener uno son “totales”: no invierto en un auto que pronto perderá su valor, no pago los seguros, no me preocupo por su mantenimiento. Lo único que debo fijarme es que tenga nafta, de vez en cuando le revisaban agua, aceite (no sé dónde va cada uno) y los neumáticos.
Sin embargo hay un problema, en realidad es de los dueños de los autos, poseo una especie de imán que atrae a todo aquel camión que no pueda frenar, o auto que no sepa para dónde doblar o cómo estacionar, al igual que los troncos y los contenedores de basura que vuelan por la ciudad en medio de una tormenta de viento y lluvia, y la atracción es hacia el auto que conduzco, no falla.
Esta especial inclinación de los otros vehículos hacia los que yo conduzco, me persigue a donde vaya, en mi ciudad o en otra, en el extranjero, hasta en un estacionamiento, nunca me libro de esa “atracción fatal“. Lo último ocurrió este fin de semana rumbo a un recital. Tenía mucha ilusión con esa salida. Pero el imán… Esta vuelta atrapé un auto manejado por un hombre de 30 años, que cree que está solo en la calle, que desconocía la existencia de los espejitos que hay en los costados externos de los autos. Estaba detenida por el semáforo detrás de otros autos y el decidió que era un buen momento para estacionar, y así lo hizo. Puso marcha atrás y con el volante comenzó su rápida maniobra hacia la izquierda hasta que escuchó un ruido y el auto se le trabó. Si, obviamente el ruido y el obstáculo era el auto que me habían prestado esa noche o mejor dicho la puerta izquierda trasera que se interpuso entre su intención de estacionar y las verdaderas posibilidades de hacerlo. Enojada como un toro (antes de que lo hayan debilitado) frente al torero bajé del auto y le pregunté, en realidad le grité, era obvia la respuesta así que la pregunta era retórica:
Yo: Idiota, ¿no viste el auto?
Idiota: No, esperá que estaciono.
Yo: Ya lo intentaste y me llevaste puesta. (No me había visto, nada que aclarar, CULPABLE!)
Idiota: Igual corré el auto así lo detengo mejor.
Alterada por sus respuestas y porque me había estropeado la noche del sábado además de un auto ajeno, estacioné más adelante, el logró hacerlo sin chocar, era su segundo intento, no le resultaba fácil. Fui a buscarlo.
Yo: Dame los datos y los papeles.
Desde adentro del auto, el muy cobarde, respondió:
Idiota: Esperá, llamé a la policía, ya viene.
Me sorprendió, por un choque llamar a la policía, apareció y tomó nuestros datos. Más que volando fui a retirarla con el auto de la puerta abollada, no me quieren prestar otro (en algún momento contaré como convertir un auto en descapotable, aunque a mi hermano, el dueño del auto, no le hizo mucha gracia el comentario).
En la comisaría me entero que el idiota que me chocó no había presentado ni el registro de conductor ni el seguro del auto. Lo peor es que la policía no le retuvo el auto por falta de grúa (si tercer mundo). Aún hay más, la cara del dueño del auto cuando le conté que esta vuelta me había superado y había imantado a uno sin seguro, no puedo describírselas pero imagínense a alguien cuya nariz haya quedado detrás de los ojos, sí, estos se le habían desorbitado totalmente.
Esta semana he entendido que finalmente voy a tener que comprarme mi propio vehículo, pero no se hagan ilusiones, no lo voy a prestar por las dudas.

No hay comentarios:

Creative Commons License
Mujeres en construcción by Mujeres en construcción is licensed under a Creative Commons Atribución 2.5 Argentina License.