viernes, 9 de mayo de 2008

Días 4 y 5

Luego de analizar exhaustivamente la lista de las situaciones que complican mi dieta me dí cuenta que definitivamente el problema es uno: mi memoria falla. Ayer le contaba esto a mi amiga Gabriela y me decía que debía pensarlo mejor que mi memoria quizás no fallara selectivamente si no restrictivamente, ¿qué quiso decir con esto? Quizás que restringe la falla al tema de la dieta. No lo sé, debo pensarlo y volver a hablar con ella. Por ahora me conformo con lo de selectivo ya que ha seleccionado sola y autónomamente, la memoria, en qué áreas no funcionar y esta selección no se limitó únicamente a la parte de alimentos como ya les contaré.
Es por esto que resolví pedir ayuda a las personas que me rodean. A fin de cuentas ¿no creo yo en el hombre? (genéricamente hablando). Así es como hablé con unas amigas y les solicité sus servicios, obvios gratuitos, de llamadoras oficiales. No podía ser cualquier persona, tendría que ser alguien que supiera de mis avatares y pesares (y no sólo los de la balanza) y que fundamentalmente nunca fuera a echarme en cara el servicio prestado o los motivos de tales servicios. Menos que menos que fueran capaces de burlarse de semejante teoría (“la dieta falla porque lo hace la memoria“). Estas características dejaban fuera de juego a gente tal como madre, aunque no únicamente. Madre es buenísima, pero:
a) se iba a prender al teléfono cada cinco segundos, lo cual iba a llevar a una posterior discusión;
b) en la primera de cambio me iba a recordar todos los sacrificios que había hecho por mí, entre ellos estos llamados telefónicos;
c) y, por último, no permitiría que metiera la cuchara (vaya imagen) en mi vida con mi consentimiento, bastante cuesta mantenerla alejada como para meter la cabeza voluntariamente.
Otro que quedaba fuera era mi hermano, cuando hablamos por teléfono me saluda al grito de: -Hola, lechón, ¿cómo andás? Ni loca iba permitir que su maliciosa boca y su tendencia a burlarse de mis pedidos se repitieran cada media hora.
Hablé con dos amigas que también necesitan bajar unos kilos y pensé que esto iba a servirnos a las tres. Funcionarían como una especie de memoria soporte, como la notebook (aún sin nombre) pero con la diferencia que no me iba a tener que preocupar por sus baterías, pues muy bien las recargan sin mi ayuda.
En principio se engancharon bárbaro, el primer día llamaban a cada hora, esto nos permitió controlarnos mutuamente. Pero para principios del segundo día los llamados comenzaron a retrasarse, cuando no era una era la otra. Y en vez de llamar cada hora, a intervalos de media hora cada una, continuaron llamando cada hora, cada dos, cada dos horas y media, lo que hizo que de a poco los llamados se superpusieran y me llamaran simultáneamente y termináramos hablando entre las tres. Por que además de la compu y su tendencia a fagocitarse las baterías hay que preocuparse por la del celular y la del teléfono inalámbrico que también parecen estar hambrientos.
Sin embargo, estoy convencida que si la memoria me falla a mí y no me permite adelgazar también la falla a mis amigas y quizás por eso ni me pueden ayudar ni perder esos kilos. Quizás ellas también se hayan comido su memoria y el back up.
Pero esto no me amilana en lo absoluto, seguiré buscándole una salida, mientras el amilanamiento me recuerda que tengo una milanesa napolitana en el horno y que me gusta bien tiernita.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ja aja jaja muy buenoooo

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